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Confesiones Israelíes de Crímenes de Guerra

Conversation con Nadav Weiman
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Hablé con Nadav Weiman, ex-soldado de las Fuerzas Especiales israelíes y actual director de Rompiendo el Silencio, una organización integrada por exmilitares israelíes que denuncia públicamente los crímenes cometidos por el ejército en Gaza y Cisjordania. Lo que contó no deja lugar a dudas: las mascres que Israel comete en Gaza no son un error de procedimiento, son el objetivo.

Según Nadav, los soldados israelíes han recibido órdenes directas de usar palestinos capturados como escudos humanos. Los visten con uniformes del ejército, les ponen cámaras en el pecho y los mandan al frente, a despejar túneles o entrar en casas antes que los soldados. También se los obliga a limpiar, a convivir con las tropas, vendados, sin protección. Se los trata como herramientas descartables. Esto no es anecdótico. Es sistemático, tiene nombre en clave, y ocurre bajo mando oficial.

Hablamos también de los francotiradores y de las cifras alarmantes de médicos internacionales han confirmado que niños llegan a las clínicas con disparos únicos en la cabeza o el torso. Nadav, que fue parte de un escuadrón de francotiradores explico que es imposible no distinguir a un niño a través de una mira telescópica. El entorno es caótico, pero la orden es clara: disparar a matar a todo varón en edad militar. Esa frase —vaga, arbitraria, expansiva— convierte a todo el mundo en objetivo legítimo.

La doctrina militar israelí se ha transformado: ya no busca minimizar el daño, sino maximizar la destrucción civil. Lo llaman la doctrina Dahiya. No se trata de precisión ni de errores. Es una política deliberada: demoler infraestructura, arrasar barrios, destruir lo suficiente como para que la población responsabilice a Hamas y no a Israel. Esa estrategia no busca victoria militar, sino castigo colectivo.

En paralelo, el ejército se ha colonizado ideológicamente: más comandantes religiosos, más oficiales salidos de asentamientos ilegales, más impunidad institucional. La orden ya no es proteger civiles. La orden es no tener bajas propias, sin importar el costo para la población palestina.

En Cisjordania, los colonos actúan con respaldo total. Queman casas, expulsan familias, matan. Y el Estado no sólo no los detiene: los financia, los arma y los premia. Se ha construido una estructura legal de apartheid, con un sistema judicial para judíos y otro para palestinos. Nadav lo llama con todas las letras: una empresa criminal sostenida por el Estado israelí.

Nada de esto empezó el 7 de octubre. Viene de décadas atrás, con gobiernos de derecha y de centroizquierda. Pero hoy, bajo Netanyahu y sus socios de ultraderecha, se ejecuta un plan que ya no es ocupación: es limpieza étnica.

Israel no actúa solo. Lo hace con la complicidad de Estados Unidos, la pasividad de la Unión Europea y el silencio de gran parte del mundo. Y lo hace en nombre del pueblo judío. Como dijo Nadav: “Soy judío. Conozco nuestra historia. Y esto que están haciendo, lo están haciendo también en mi nombre.”

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